viernes, 5 de junio de 2009

La última palabra

"Con niños ya se sabe.
Como te dejes, te come.
Empieza pronto, el niño.
Siempre quiere salirse con la suya.
Tiene que ser lo que él quiera.
No sabe compartir.
No quiere ceder.
Te está echando un pulso.
Tiene mamitis."

Qué pereza!
Todas las simplezas que he de oir a lo largo del día.
Ya lo he dicho otras veces.
Pero esta me sirve para reflexionar.

Cuando los bebés llegan a la edad de aproximadamente año y medio, y empiezan a expresarse energicamente, y no es que antes no lo hicieran, sino que nos hacíamos los tontos, o se les "distraía" más facilmente de su propósito cuando no era de nuestro agrado - otra forma de violencia encubierta-, bueno, pues cuando empiezan a reclamar esto no, esto sí, dame esto, ahora, ya, con gritos, golpes, lloros, mimos... Con una fuerza explosiva, entonces, ¿qué hacemos los adultos?. Quiero decir: ¿qué nos ocurre por dentro?, ¿qué mecanismos se nos ponen en marcha, qué tecla emocional nos tocan?. ¿La ira, la rabia, la depresión, la soledad, la comprensión, la curiosidad?

Creo que la respuesta que demos tiene mucho que ver con la educación que hemos recibido. Si han sido respetuosos con nuestra forma de ser o nos han tratado de modelar, educar, domesticar, manipular..., y además no hemos reflexionado sobre las consecuencias de esto, entonces, solemos contestar repitiendo esquemas, perpetuando normas no escritas: "doma el mimbre cuando está tierno". Y lamentablemente sale la violencia: verbal, física, o reprimida. Porque aunque no nos acordamos, hemos sido violentados brutalmente en aquellos años en los que no tenemos memoria pero quedó en el inconsciente.

Sin embargo, si podemos tener una actitud crítica respecto a nosotros mismos, y nos vemos como un proyecto educativo (seguimos aprendiendo gracias a nuestros hijos, quienes van por delante estimulando el esfuerzo), quizás podamos ver otras cosas. Y no queremos tener la última palabra siempre. Y queremos entender qué ocurre en esa cabecita de año y medio, cuyo cerebro superior aún está formándose, que tiene necesidades concretas: sueño, hambre, calor corporal, contacto físico, regulación emocional... y está ensayando la comunicación de todo esto de forma primitiva, tosca, sencilla.

Entonces, cuando grita, cuando llora, cuando quiere algo y se enfada. No lucha contra nosotros, no está teniendo rebeldía, no tiene que ganar batallas, no.

Jugamos en el mismo equipo.
¿Jugamos?