martes, 12 de enero de 2010

Vuelta a la soledad compartida.

Después de tanta fiesta navideña me encuentro de nuevo en casa. Llueve, nieva, hace un frío tremendo. Solo salimos a por el pan, resguardados bajo un paraguas, abrazados, y nos refugiamos otra vez en la cueva. Mi niño es feliz en estas cuatro paredes. A veces añoro la calle, su bullicio, sus gentes, sus cafés. Y sé que llegará de nuevo la primavera. Donde no hay que ponerse abrigos que pican, gorros que aprietan, bufandas que agobian. Y a lo mejor entoces me pedirá salir de casa. De momento vamos a lo imprescindible. Llora cuando le informo de que hay que ir por suminstros, o hacer alguna visita, o dar una vuelta al perro. No quiere salir de casa. Se resiste a las transiciones, a los cambios. Y no estamos aquí para luchar, ni para ejercer el poder jerárquico del más fuerte.
Deben de ser los excesos de las fiestas, que se pagan así.
Otros se ponen a dieta.
Nosotros volvemos a la soledad compartida.
Y desde esta isla, oteamos el horizonte: "terra a vista", dice mi pirata.

No hay comentarios: