miércoles, 15 de abril de 2009

seguir al corazón

Leí hace poco que, a partir de que el niño comienza a caminar se produce un movimiento interno en la madre. Es el de comenzar a dar órdenes: ven aquí, vete allí, trae esto, juega con aquello. Lo que produce un desconcierto en el bebé. Hasta ese momento el amor incondicional comienza a ser modelado culturalmente; dice la señora Rodrigañez, que es producto de la cultura patriarcal y autoritaria por lo que dejamos de sentir a la criatura como dueña de sí misma para tratar de modelarla a nuestra imágen, o la imágen mental que tenemos de lo que debe de ser.

Y es verdad que socialmente se produce un cambio: este niño es ya muy mayor para pedir teta, mira qué bandido cómo te levanta la camiseta; siempre se sale con la suya; mira como se pone si le niegas lo que quiere... y de ahí no hay nada al "doma el mimbre, que de joven se deja", que me pone los pelos de punta. El que hasta el momento fue una ternura, ahora parece que a los ojos de los demás se vuelve una criatura que viene a luchar contra el adulto. Y me veo a los padres, a los cuidadores, y a los abuelos bienintencionados de las criaturas peleando todo el día, tratando de enderezarles por el "buen camino".

La criatura tiene su propio criterio para desplazarse. La mía aún necesita el apoyo de mi índice para hacerlo, pero sí, me lleva dando vueltas por toda la casa. ¿Por qué habría yo de limitarlo?. ¿Qué se yo de los procesos internos, fisiológicos, neurológicos, de maduración, que se ponen en marcha en su actividad concentrada, aparentemente caótica, pero con una lógica interna?. ¿Qué sé del mensaje de amor, de respeto, de compatir que recibe?. ¿Por qué mi deseo ha de ser más importante que el suyo?. ¿Por qué he de frustrar su devenir, y qué consecuencias tendría esto a la larga?

En su juego hay un silencio apabullante, una concentración que impresiona, rota por sonidos ininteligibles. Ante esto me quedo muda, no me atrevo casi ni a moverme, hay un pequeño científico que está descubriendo el mundo, su mundo que no el mío.

Sigo observando. Sigo respetando según soy consciente, aunque es verdad que, a veces me sorprendo repitiendo modelos adquiridos. Cambiar los paradigmas es difícil. Y solo hay que seguir al corazón, al amor incondicional que sigue ahí.

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