jueves, 12 de febrero de 2009

El bicho



Esta mañana fuimos de cacería. Una langosta se coló en la terraza. Salimos a echarla con la escoba, no la quería matar, solo empujarla y que volase. El bicho era enorme.

Mi hijo cumplió hoy 14 meses. Señalaba el bicho y se reía. Quería tocarlo. Y cada vez que se acercaba, volaba medio metro más allá, sin saltar la barandilla. Al final, le empujé fuera, y se marchó.

El niño se pasó un buen rato señalando la puerta de la terraza, diciendo adiós, expresándome que se había ido, quería ir a comprobar que ya no estaba más allí. No era el juego del cucú-trás porque solo se marchó una vez, y no volvió.

Por la noche se lo recordé, con un: dile a papá dónde estaba el bicho. Y entonces, se puso a llorar, un llanto impresionate, una explosión, una descarga. Y entonces, me he dado cuenta de lo importante que ha sido esta experiencia para el niño. Lo impactado que se ha quedado. ¿Qué habrá sentido?, ¿qué habrá pasado por dentro de ese pequeño cuerpo?.

Ha llorado un rato, al final acurrucado, señalaba la puerta.

Y me he dado cuenta de que me he angustiado, me he perdido algo. De pronto he reconocido que este ser humano es una persona completa. Con sus emociones, con sus deseos, con sus anhelos, con sus angustias, sus miedos, y sus placeres. Y doy las gracias a la vida por la oportunidad de acompañarle, y aprender de él.

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